
Este sábado pasado, JT y yo pusimos rumbo a dos municipios costeros del Maresme barcelonés: Arenys de Mar (foto superior) y Canet de Mar. En primer lugar, constatar que, a día de hoy, es prácticamente imposible tomar un tren con normalidad en Barcelona. Retrasos injustificados, vagones atestados, gente desorientada por los cortes en la red de cercanías, metro o tranvia...en fin, un caos desastroso. A nosotros nos tocó el típico retraso que llenó el tren en exceso, en una línea ya de por si cargadita en verano. Deberían cuidar este aspecto que está perjudicando demasiado la imagen de una ciudad, hasta ahora, impecable.
Pues bien, llegamos a Canet, municipio bastante coqueto de unos 10000 habitantes. Me llamó la atención el ambiente rural y desprovisto de los típicos servicios que asociamos a las playas turísticas (hoteles, apartamentos, paseo marítimo con restaurantes y tiendas de souvenirs...). Al contrario, el pueblo era todo de casas bajitas, algunas más ilustres de estilo modernista, y calles estrechas. El ambiente era de tranquilidad, incluso en las playas, bastante amplias y muy cuidadas. Por poner una pega, la arena era de grano algo grueso, y las orillas estaban algo sucias, probablemente por las lluvias de estos ultimos días, y la suciedad que ha accedido desde las rieras hasta el mar, algo inquieto esa mañana (la bandera amarilla daba fe).
Después de fotografiar Canet como se merece, otra vez a esperar el tren más de lo debido para llegar hasta el vecino Arenys. Un poco más grande y bastante más turístico (posee un importante puerto pesquero y recreativo), sus estupendas playas están separadas del pueblo (como en todos los municipios del Maresme) por la nacional II y también por la via ferroviaria. El pueblo está bien, resulta muy agradable, pero lo que más destacaría es el cementerio, encaramado a una pequeña colina que ofrece unas vistas estupendas. Pero es que además en él se pueden encontrar algunas esculturas maravillosas dignas de ver, un par de ellas obra del maestro catalán Josep Llimona. Podéis verlas todas en mi flickr (enlaces de fotografía).
Total, que se nos estaba pasando el día y todavía no nos habíamos mojado el culete, asi que pusimos rumbo al siguiente pueblo, El Masnou, en concreto a la playa de Ocata, para darnos un chapuzón. La playa era para verla, anchísima, larga, y ultra limpia, con las únicas pegas las ya mencionadas: la arena y una ligera suciedad en el agua. Bañito rápido, paseito hasta la iglesia de El Masnou (también en alto), y regreso a casita. Fin de nuestra jornada costera.
Pues bien, llegamos a Canet, municipio bastante coqueto de unos 10000 habitantes. Me llamó la atención el ambiente rural y desprovisto de los típicos servicios que asociamos a las playas turísticas (hoteles, apartamentos, paseo marítimo con restaurantes y tiendas de souvenirs...). Al contrario, el pueblo era todo de casas bajitas, algunas más ilustres de estilo modernista, y calles estrechas. El ambiente era de tranquilidad, incluso en las playas, bastante amplias y muy cuidadas. Por poner una pega, la arena era de grano algo grueso, y las orillas estaban algo sucias, probablemente por las lluvias de estos ultimos días, y la suciedad que ha accedido desde las rieras hasta el mar, algo inquieto esa mañana (la bandera amarilla daba fe).
Después de fotografiar Canet como se merece, otra vez a esperar el tren más de lo debido para llegar hasta el vecino Arenys. Un poco más grande y bastante más turístico (posee un importante puerto pesquero y recreativo), sus estupendas playas están separadas del pueblo (como en todos los municipios del Maresme) por la nacional II y también por la via ferroviaria. El pueblo está bien, resulta muy agradable, pero lo que más destacaría es el cementerio, encaramado a una pequeña colina que ofrece unas vistas estupendas. Pero es que además en él se pueden encontrar algunas esculturas maravillosas dignas de ver, un par de ellas obra del maestro catalán Josep Llimona. Podéis verlas todas en mi flickr (enlaces de fotografía).
Total, que se nos estaba pasando el día y todavía no nos habíamos mojado el culete, asi que pusimos rumbo al siguiente pueblo, El Masnou, en concreto a la playa de Ocata, para darnos un chapuzón. La playa era para verla, anchísima, larga, y ultra limpia, con las únicas pegas las ya mencionadas: la arena y una ligera suciedad en el agua. Bañito rápido, paseito hasta la iglesia de El Masnou (también en alto), y regreso a casita. Fin de nuestra jornada costera.